USA, 1968. 70m. C.
D.: Russ Meyer P.: Russ Meyer G.: Robert Rudelson, basado en una idea de Russ Meyer & Anthony-James Ryan I.: Erica Gavin, Garth Pillsbury, Harrison Page, Jon Evans F.: 1.85:1
En los primeros minutos de Vixen una voz en off nos describe la candidez y la intrínseca belleza del paisaje natural canadiense, un territorio alejado del ajetreo urbano en el que la naturaleza parece defender su último rincón libre en el planeta: salvaje e indómito. La aparición de Vixen de entre la alta hierba, vestida únicamente con su minúsculo bikini de color amarillo, nos la presenta como un producto de ese entorno natural: una ninfa, una diosa del bosque cuya exuberante figura resulta de la encarnación de ese espíritu animal, producto del entorno telúrico en el que se mueve.
Esta atmósfera de lujurioso tono féerico aporta a Vixen un componente casi mitológico que se concentra en la rotunda carnalidad de su protagonista, cuyo insaciable apetito sexual, en forma de extrema ninfomanía casi genética, supone la respuesta a las fuerzas de la naturaleza que se encierran en su interior. No resulta casualidad, por tanto, que el título de la película sea el nombre de su protagonista, pues Russ Meyer parece haber concebido Vixen como la presentación y exposición de su ideal de mujer cinematográfica. Por tanto, podemos considerar a Vixen Palmer como el paradigma de la supermujer meyeriana: dueña y señora de su cuerpo, con el cual es capaz de dominar a cualquier hombre que le salga al paso (al comienzo del film, un pobre incauto es manipulado por Vixen para ponerle los cuernos a su marido). En el cine de Russ Meyer, sus hombres lucen una imponente forma física y tienden a utilizar la violencia para resolver sus problemas, pero acaban rindiéndose ante el poder seductor de las mujeres, en una filmografía que buscar instaurar una sociedad matriarcal a través del cine sexploitation.
Así, a lo largo de Vixen se nos mostrará las habilidades de su protagonista a la hora de romper las barreras morales, éticas y sociológicas de la sociedad en la que surge (recordemos que el film se produjo en los años 60) en su intento de consolidar su poder erótico. Si en el comienzo del film, mientras su marido trabaja pilotando una avioneta, Vixen se divierte con otro hombre, cuando una pareja se aloja en la cabaña del matrimonio Palmer, esta, tras el adulterio, será su siguiente objetivo. No sólo se acostará con el marido, sino que seducirá también a su mujer en una escena lésbica que, tal y como la rueda Meyer, potencia el tono mitológico señalado anteriormente, con Vixen, a modo de suma sacerdotisa, introduciendo a su discípula en unos placeres carnales desconocidos para que, posteriormente, los predique por el mundo (el rojo intenso de las sábanas marca el tono de la escena, tanto en lo que respecta al alto voltaje erótico como a su cualidad ritual). A continuación, Vixen arrinconará a su propio hermano mientras se está duchando hasta conseguir que éste se acabe rindiendo a sus encantos.
La aparición de los personajes de Niles, un negro que ha huído de Estados Unidos para evitar el alistamiento forzoso para combatir en Vietnam, y O'Bannion, un comunista quien pretende secuestrar el avión del marido de Vixen para entrar en Cuba, introduce un discurso político y racial que acentúa el componente delirante de la película. La secuencia en la que O'Bannion intenta convencer a Niles de las excelencias del sistema comunista, en la cual se intercalan planos de la frenética actividad sexual entre Vixen y su marido, resulta definitoria del ideario autoral de Meyer: para el director de Supervixens el erotismo y el sexo es la espina dorsal de la civilización humana.
En Vixen Russ Meyer utiliza todos los elementos habituales de este tipo de cine: motoristas macarras, mujeres fatales, violencia y sexo, para filtrarlo a través de su mirada lúdica y desprejuiciada, capaz de combinar una concepción camioneril del erotismo (las chabacanas metáforas visuales como las manos de Vixen acariciando la alcachofa de la ducha o la manguera utilizada para llenar el depósito de la avioneta) con una estilizada puesta en escena, más atenta a explotar el tono sensual del film que a su función narrativa: los planos torcidos, los picados y los contrapicados buscan en todo momento dinamizar tanto la rotunda presencia de sus protagonistas femeninas como su comportamiento lascivo, en lo que es un claro ejemplo de un cine eminentemente sensorial.
En este sentido, la utilización de Russ Meyer del montaje, más asociativa que narrativa, resulta ejemplar de su estilo: Meyer nos muestra un primer plano del marido de Vixen, en el interior del dormitorio, llamándola para que se acueste con él; el siguiente plano nos muestra a la propia Vixen, desnuda, bañándose en un lago; volvemos al primer plano anterior del marido para finalizar con un contraplano de Vixen apoyada en el umbral de la puerta, vestida con un sugerente camisón rojo. Esta dislocación espacial añade un elemento fantástico al film que supone la esencia del cine de Russ Meyer, tan heterodoxo como divertido, siempre refrescante.
Esta atmósfera de lujurioso tono féerico aporta a Vixen un componente casi mitológico que se concentra en la rotunda carnalidad de su protagonista, cuyo insaciable apetito sexual, en forma de extrema ninfomanía casi genética, supone la respuesta a las fuerzas de la naturaleza que se encierran en su interior. No resulta casualidad, por tanto, que el título de la película sea el nombre de su protagonista, pues Russ Meyer parece haber concebido Vixen como la presentación y exposición de su ideal de mujer cinematográfica. Por tanto, podemos considerar a Vixen Palmer como el paradigma de la supermujer meyeriana: dueña y señora de su cuerpo, con el cual es capaz de dominar a cualquier hombre que le salga al paso (al comienzo del film, un pobre incauto es manipulado por Vixen para ponerle los cuernos a su marido). En el cine de Russ Meyer, sus hombres lucen una imponente forma física y tienden a utilizar la violencia para resolver sus problemas, pero acaban rindiéndose ante el poder seductor de las mujeres, en una filmografía que buscar instaurar una sociedad matriarcal a través del cine sexploitation.
Así, a lo largo de Vixen se nos mostrará las habilidades de su protagonista a la hora de romper las barreras morales, éticas y sociológicas de la sociedad en la que surge (recordemos que el film se produjo en los años 60) en su intento de consolidar su poder erótico. Si en el comienzo del film, mientras su marido trabaja pilotando una avioneta, Vixen se divierte con otro hombre, cuando una pareja se aloja en la cabaña del matrimonio Palmer, esta, tras el adulterio, será su siguiente objetivo. No sólo se acostará con el marido, sino que seducirá también a su mujer en una escena lésbica que, tal y como la rueda Meyer, potencia el tono mitológico señalado anteriormente, con Vixen, a modo de suma sacerdotisa, introduciendo a su discípula en unos placeres carnales desconocidos para que, posteriormente, los predique por el mundo (el rojo intenso de las sábanas marca el tono de la escena, tanto en lo que respecta al alto voltaje erótico como a su cualidad ritual). A continuación, Vixen arrinconará a su propio hermano mientras se está duchando hasta conseguir que éste se acabe rindiendo a sus encantos.
La aparición de los personajes de Niles, un negro que ha huído de Estados Unidos para evitar el alistamiento forzoso para combatir en Vietnam, y O'Bannion, un comunista quien pretende secuestrar el avión del marido de Vixen para entrar en Cuba, introduce un discurso político y racial que acentúa el componente delirante de la película. La secuencia en la que O'Bannion intenta convencer a Niles de las excelencias del sistema comunista, en la cual se intercalan planos de la frenética actividad sexual entre Vixen y su marido, resulta definitoria del ideario autoral de Meyer: para el director de Supervixens el erotismo y el sexo es la espina dorsal de la civilización humana.
En Vixen Russ Meyer utiliza todos los elementos habituales de este tipo de cine: motoristas macarras, mujeres fatales, violencia y sexo, para filtrarlo a través de su mirada lúdica y desprejuiciada, capaz de combinar una concepción camioneril del erotismo (las chabacanas metáforas visuales como las manos de Vixen acariciando la alcachofa de la ducha o la manguera utilizada para llenar el depósito de la avioneta) con una estilizada puesta en escena, más atenta a explotar el tono sensual del film que a su función narrativa: los planos torcidos, los picados y los contrapicados buscan en todo momento dinamizar tanto la rotunda presencia de sus protagonistas femeninas como su comportamiento lascivo, en lo que es un claro ejemplo de un cine eminentemente sensorial.
En este sentido, la utilización de Russ Meyer del montaje, más asociativa que narrativa, resulta ejemplar de su estilo: Meyer nos muestra un primer plano del marido de Vixen, en el interior del dormitorio, llamándola para que se acueste con él; el siguiente plano nos muestra a la propia Vixen, desnuda, bañándose en un lago; volvemos al primer plano anterior del marido para finalizar con un contraplano de Vixen apoyada en el umbral de la puerta, vestida con un sugerente camisón rojo. Esta dislocación espacial añade un elemento fantástico al film que supone la esencia del cine de Russ Meyer, tan heterodoxo como divertido, siempre refrescante.
8 comentarios:
Esta no la he visto. A ver si me pongo.
Pues no deja de ser curioso que no la hubiera visto pues nos encontramos ante una película de gran importancia en la filmografía de Meyer: además de oficializar el término Vixen para referirse a sus explosivas mujeres, su tremendo éxito comercial le marcó el camino a seguir.
Al final me picaste. La tenía en el ordenata como hace un año pero no me animaba.
Me ha parecido un coñazo. Apenas tiene algo de lo que hace a Meyer tan genial. Aburrida, poco erótico-festiva, convencional. Me parece mejor "Motor Psycho" que también es aburrida pero esta mucho más cerca del Meyer que apreciamos.
Nunca entiendo tus estrellas y las de esta menos. No le pondría ninguna. Mala, mala. O quizás esperaba mucho más.
Como se suele decir en estos casos, parece que hemso visto películas distintas: "Vixen" no sólo me parece 100% Meyer tanto en forma como en fondo, sino que me divirtió horrores.
espero que en próximas entradas meyerianas coincidamos más.
A ver, es una peli 100% Meyer. Vamos, la veo sin saberlo y seguro que termino con la hipótesis de que es meyeriana. Pero no tiene ese puntillo surrealista, excesivo, radical , enérgico, festivo... Dentro de las de Meyer, que no he visto todas, esta me parece la más convencional. Pero han influido mucho las expectativas.
Pues yo sí veo que la peli exuda ese tono festivo y lúdico habitual en Meyer. Ahora bien, si comparamos "Vixen" con "Faster, Pussycat! Kill! Kill!" o "Supervixens" sale perdiendo, pero es que aquí estamos hablando de obras mayores. Con todo, lo que más me sorprende es que le aburriera, porque, como ya indiqué, yo me lo pasé bomba con ella.
No debe sorprenderle. Aunque ambos nos apasiona el Cine esta ya más que claro que tenemos gustos muy diferentes. Lástima no coincidir alguna vez para disfrutar con el Cine. Nos íbamos a reír mucho.
Bueno, yo creo que nuestros gustos no están tan alejados, lo que tenemos son puntos de vista diferentes de estos.
Lo de coincidir, bueno, nunca se sabe.
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