(Spartacus) USA, 1960. 198m. C.
D.: Stanley Kubrick
I.: Kirk Douglas, Laurence Olivier, Jean Simmoms, Charles Laughton
Aunque de todos sus films, Stanley Kubrick ha pasado a la historia del cine por ser el renovador de la ciencia-ficción con 2001: Una odisea del espacio, seguramente sea Espartaco la película más importante de su carrera, aun siendo, paradojicamente, su proyecto menos personal. Pero la clave está en la paradoja misma. Kubrick entró como director de Espartaco, proyecto personal de Kirk Douglas, como sustitución de Anthony Mann, quien ya llevaba dos semanas de rodaje. Los contínuos conflictos con Douglas y la imposibilidad de mantener el total control creativo en una superproducción de encargo llevó a Kubrick a la decisión de, a partir de entonces, llevar el total control creativo e industrial de sus producciones y alejarse lo más posible de Hollywood (al menos, geográficamente: incluso un film como Eyes Wide Shut, cuya acción transcurre en parte en las calles de Nueva York fue rodado en estudios ingleses).
Con todo, la mano del director de El resplandor se nota en un film que luce en sus fotogramas su carácter de superproducción histórica, muy habitual del momento (Ben-Hur se había estrenado el año anterior), pero que, a la vez, se rebela, como su protagonista, contra los lugares comunes del género. Una escena sirve de ejemplo: durante su estancia en la escuela de gladiadores, Espartaco (Kirk Douglas) se ve obligado a enfrentarse a un compañero. Ambos esperan su turno mientras una pareja lucha. Kubrick mantiene la cámara en el angosto zulo en el que los dos hombres aguardan, privándonos del combate y centrándose en la angustia de dos seres que tienen que olvidar cualquier lazo afectuoso si quieren sobrevivir. Esta mirada humanista y esa espalda a la épica prevalece en un film que prefiere retratar a su héroe antes como persona que busca realizar un sueño que como líder rebelde capaz de poner en jaque a todo un imperio: las escenas de amor entre Espartaco y Varinia (Jean Simmoms), a base de gestos y miradas primero y con arrebatadoras promesas de futuro después, son, sin duda, lo más emotivo que Kubrick rodó en su vida.
La preocupación por la forma también se antepone al espectáculo. En Espartaco, Kubrick perfecciona sus habilidades como creador de espacios geométricos, aprovechando la amplitud del formato scope y las habituales escenas de masas no con ánimo grandilocuente, sino de arquitecto. Abundan los planos a modo de tablaux vivantes, con las figuras estáticas en primer plano del encuadre mientras, al fondo, grandes masas se mueven uniformemente, y que preceden los lienzos en movimiento de Barry Lyndon. Incluso en la batalla final, Kubrick invertirá más minutaje en los movimientos del ejército romano, que parecen piezas moviéndose en un tablero dividido en casillas, que en el conflicto en sí.
En su film más político, tanto en forma, la propia historia de Espartaco, como en espíritu, la firma de Dalton Trumbo del guión, por entonces en las listas negras de la caza de brujas emprendida por el senador McCarthy, Stanley Kubrick cierra Espartaco con el final más optimista de su carrera, pues, finalmente, el protagonista podrá ver como el sueño por el que tanto luchó adquiere forma en el futuro de su mujer y su hijo.
Con todo, la mano del director de El resplandor se nota en un film que luce en sus fotogramas su carácter de superproducción histórica, muy habitual del momento (Ben-Hur se había estrenado el año anterior), pero que, a la vez, se rebela, como su protagonista, contra los lugares comunes del género. Una escena sirve de ejemplo: durante su estancia en la escuela de gladiadores, Espartaco (Kirk Douglas) se ve obligado a enfrentarse a un compañero. Ambos esperan su turno mientras una pareja lucha. Kubrick mantiene la cámara en el angosto zulo en el que los dos hombres aguardan, privándonos del combate y centrándose en la angustia de dos seres que tienen que olvidar cualquier lazo afectuoso si quieren sobrevivir. Esta mirada humanista y esa espalda a la épica prevalece en un film que prefiere retratar a su héroe antes como persona que busca realizar un sueño que como líder rebelde capaz de poner en jaque a todo un imperio: las escenas de amor entre Espartaco y Varinia (Jean Simmoms), a base de gestos y miradas primero y con arrebatadoras promesas de futuro después, son, sin duda, lo más emotivo que Kubrick rodó en su vida.
La preocupación por la forma también se antepone al espectáculo. En Espartaco, Kubrick perfecciona sus habilidades como creador de espacios geométricos, aprovechando la amplitud del formato scope y las habituales escenas de masas no con ánimo grandilocuente, sino de arquitecto. Abundan los planos a modo de tablaux vivantes, con las figuras estáticas en primer plano del encuadre mientras, al fondo, grandes masas se mueven uniformemente, y que preceden los lienzos en movimiento de Barry Lyndon. Incluso en la batalla final, Kubrick invertirá más minutaje en los movimientos del ejército romano, que parecen piezas moviéndose en un tablero dividido en casillas, que en el conflicto en sí.
En su film más político, tanto en forma, la propia historia de Espartaco, como en espíritu, la firma de Dalton Trumbo del guión, por entonces en las listas negras de la caza de brujas emprendida por el senador McCarthy, Stanley Kubrick cierra Espartaco con el final más optimista de su carrera, pues, finalmente, el protagonista podrá ver como el sueño por el que tanto luchó adquiere forma en el futuro de su mujer y su hijo.
3 comentarios:
El gran problema de esta peli es que son muchas pelis en una. Demasiadas tramas y demasiados egos. No obstante, tiene grandes momentos.
Creo que ESPARTACO equilibra muy bien todas las tramas que maneja (después de todo, todas ellas giran alrededor del personaje principal) pero sí que es verdad que alguna de ellas, como la que concierne a la lucha por el poder del senado de Roma, sin duda la más compleja, está demasiado resumida y necesitaría más espacio. También me gustaría más espacio par a la historia de amor, que es lo más interesante para mí.
Gracias por el comentario y un saludo.
PD.: Te añado a los links.
No sé, yo no las veo tan equilibradas como tu. Creo que los romanos se comen a Espartaco y muchas veces las tramas son independientes.
Quizás el problema es que se llame Espartaco, es decir, la peli es mucho más que Espartaco, no es un biopic. El tema es más la decadencia de Roma que Espartaco.
Supongo que habrás visto la edición de dvd con extras con los comentarios de Trumbo. Por sus palabras se deduce que no entendió lo que dices de Espartaco, "persona que busca realizar un sueño". El pensaba más en un "líder rebelde capaz de poner en jaque a todo un imperio". Y creo que el que su protagonista no este definido, es otro factor que hace cojear al film. Eso te da la razón en que para lo 1º, la historia de amor tenía que haber durado más.
En fin, para mi la peli la protagoniza Craso. Yo es con lo que me quedé (cuando la revideé hará un año como mucho). Por eso opino esto de ella.
Pero bueno, es una buena y sólida peli y una de las más transgesoras de la historia, aunque mucho de eso pase desapercibido hoy en día porque los tiempos han cambiado.
Gracias por enlazarme. Te correspondo.
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