USA, 2007. 105m. C.
D.: Robert Rodriguez P.: Elizabeth Avellán, Robert Rodriguez & Quentin Tarantino G.: Robert Rodriguez I.: Rose McGowan, Freddy Rodriguez, Josh Brolin, Marley Shelton
Resulta complicado acercarse a un film como Planet Terror conociendo su condición de apéndice escindido -podríamos decir que extirpado de manera violenta y antinatura- de un cuerpo cuya característica bicéfala consistía la razón de su ser. Recordemos que originalmente lo que podríamos denominar como el proyecto "Grindhouse" suponía un largometraje de más de tres horas de duración compuesto por dos películas independientes (la que nos ocupa firmada por Robert Rodriguez, más Death Proof, dirigida por Quentin Tarantino), acompañadas de una serie de trailers falsos (dirigidos por Rob Zombie -Werewolf Women on the SS-, Eli Roth -Thanksgiving-, Edgar Wright -Don't- y el propio Rodriguez -Machete-.), y cuyo fracaso comercial en el circuito norteamericano llevó a los hermanos Wenstein (productores del invento) a dividirlo en dos partes (en dos películas) para su explotación europea.
Por tanto, no es exagerado asegurar que Planet Terror nos llega falseada (como aseguraba Antonio José Navarro en su crítica publicada en las páginas de la revista Dirigido por), desvirtuada, sin que podamos medir su funcionamiento no como producto independiente, sino dentro de un contexto concreto. Porque esa es la clave del proyecto "Grindhouse", no tanto el emular un tipo de cine en concreto (y ya en desuso), sino en reproducir (rescatar) lo que le rodea, la experiencia por encima del conocimiento. "Grindhouse" se nos aparece, así, como una particular máquina del tiempo de motor emocional y de armazón romántico cuyo objetivo es trasladar al espectador a un momento, a un espacio, que sólo pervive en la memoria de sus artífices. Romanticismo que choca de frente con el doloroso pragmatismo de una industria (1) y de un público alejados de ese espacio emocional (en los primeros pases de "Grindhouse" en Estados Unidos, una parte del público abandonaba la sala al aparecer los créditos finales de Planet Terror, desconocedores de que la sesión continuaba). En la distancia que separa al emisor y al receptor, el mensaje, el significado, se pierde a través de una brecha generacional.
Es posible, a raíz de lo expuesto, que ese contexto perdido sea el componente aglutinador del que carece Planet Terror por sí misma. Tomando la forma de una película de zombies (un poco antes de que estallara la zombimanía -algo falsa, si se me permite decirlo- en la que nos vemos sumergidos en la actualidad), pero adornándola con una atmósfera, unos personajes e, incluso, una música heredadas del cine de John Carpenter (lo que no deja de resultar chocante, pues la elegancia y cuidado estético del que hace gala el director de La cosa puede considerarse en las antípodas de la dejadez y desidia del cine exploitation), Planet Terror no oculta el catálogo de referencias que compone su metraje, tanto a títulos concretos (Virus, de Antonio Margheritti, o el Demons, de Lamberto Bava), cineastas fetiche (Lucio Fulci en particular: la estaca en el ojo del soldado interpretado por el propio Tarantino o las escenas del hospital que recuerdan a El Más allá) o a la propia carrera de los creadores de este "Grindhouse".
Y ahí es donde podemos localizar el defecto de base de una propuesta tan a priori atractiva como es Planet Terror, en los guiños a la propia obra de Rodriguez, especialmente la más divertida Abierto hasta el amanecer (los títulos de crédito, con el baile de Rose McGowan en una barra americana, reminiscente del de Salma Hayek), o al universo compartido con Tarantino (la aparición del oficial de policía Earl McGraw, presentado en Abierto en el amanecer, y que repetiría en Kill Bill Vo.1 y en Death Proof; la marca de cigarrillos que compra El Wray, la misma que Butch en Pulp Fiction). El plano detalle que nos muestra la marca de ese paquete de cigarrillos denota la existencia de una mirada, de una personalidad cinematográfica consciente, una idea que contradice la misma esencia del producto que se quiere conseguir, un tipo de cine sacado adelante no tanto por artesanos como por mercenarios de género.
Planet Terror resulta un producto demasiado complejo -o, mejor dicho, complicado- con su extensa galería de personajes, con el cuidado para trazar las líneas que los une, de, en definitiva, confeccionar un trabajo sólido y coherente. Es por ello que el resultado final acaba siendo menos gamberro y desprejuiciado de lo que da a entender en un principio, como si Robert Rodriguez no se atreviera a desaparecer detrás de las imágenes -y, por tanto, a perder su firma-, dejándolas volar libre, a su antojo (que es cuando el film funciona: la exageradas y regocijantes explosiones ultragore; el burdo erotismo -de raíz camioneril- del baile con el que se nos presenta a Cherry Darling; la sensualidad de corte fetichista que exuda la metralleta que sustituye su pierna cortada). El relegar para el final la conversión de su protagonista en un arma viviente, tan sexy como mortífera, marca la distancia entre un título tan calculado como es Planet Terror de una propuesta realmente bizarre y extreme como es la nipona The Machine Girl. Finalmente, en la ironía implícita en la creación de un celuloide raído y estropeado, a punto de romperse, por obra de las modernas técnicas digitales podemos hallar la clave de la superficialidad con la que Planet Terror mira al cine exploitation, con miedo a mancharse las manos.
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(1) No es una casualidad que, de los cuatro fake trailers iniciales, sólo uno haya sobrevivido en las copias europeas de "Grindhouse", Machete, situado al comienzo de Planet Terror y precisamente el único que dio lugar a un largometraje real, dirigido por el propio Robert Rodriguez.
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(1) No es una casualidad que, de los cuatro fake trailers iniciales, sólo uno haya sobrevivido en las copias europeas de "Grindhouse", Machete, situado al comienzo de Planet Terror y precisamente el único que dio lugar a un largometraje real, dirigido por el propio Robert Rodriguez.
2 comentarios:
Una macarrada divertida en mi opinión, aunque el exceso de efectos para imitar el estado de las proyecciones de serie b me resultó algo tosco y molesto.
Tiene buenos momentos, me gustó mucho más en su estreno que cuando la revisioné hace unos meses.
Saludos.
Hola, Yota. Posiblemente, una sala de cine sea el elemento natural de una película como Planet Terror donde esos defectos de celuloide tienen más sentido. Aunque a mí también me parecen algo exagerados. Si algo demostró Grindhouse es que, a parte de mejor director, Tarantino es más listo que Rodriguez.
Un saludo.
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