martes, 26 de junio de 2012

Joe, el implacable

(Navajo Joe)
Italia/España, 1966. 93m. C.
D.: Sergio Corbucci P.: Luigi Carpentieri & Ermanno Donati G.: Fernando Di Leo & Piero Regnoli, basado en una idea de Ugo Pirro I.: Burt Reynolds, Aldo Sambrell, Nicoletta Machiavelli, Fernando Rey

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Es posible que, hoy en día, Joe, el implacable sea más conocida por la utilización de algunos temas de la extraordinaria banda sonora compuesta por Ennio Morricone (1) por parte de Quentin Tarantino para su Kill Bill Vol.2 (2), que por su posición dentro del spaghetti-western de los 60 o de la propia obra del especialista Sergio Corbucci. Lo cual resulta un detalle no carente de importancia, especialmente a la hora de disfrutar de ella ahora, tras haber visionado antes la conclusión de la sangrienta venganza de Beatrix Kiddo. La utilización por parte del director de Reservoir Dogs ya no sólo de canciones específicamente compuestas para películas concretas, sino de temas de su score, ¿no resulta, en cierto modo, una actitud tan tramposa como injusta?

Tramposa por apropiarse y aprovecharse de la excelencia de unas composiciones para adornar sus propias secuencias, haciendo que éstas adquieran una fuerza que, posiblemente, no tuvieran por sí solas (recordemos, para el caso que nos ocupa, de la utilización de las pistas de la banda sonora de Morricone "A Silhoutte of Doom" para el inicio de Kill Bill Vol.2 y el enfrentamiento entre Beatrix y Elle Driver, y de "The Demise of Barbara and the Return of Joe" para la muerte de Bill). Y decimos injusto porque, en esa apropiación viene implícita una sustitución. Tarantino, que no tiene un pelo de tonto, rescata temas olvidados o poco conocidos por el público en general (está claro que de su admirado Morricone nunca echará mano de temas tan populares como el main theme de El bueno, el feo y el malo prefiriendo utilizar una pista menos célebre como es "Il tramonto"), haciéndolos suyos. De esta manera, en el momento en el que un espectador visiona Joe, el implacable, los temas ya comentados nos recuerdan inevitablemente a Kill Bill Vol.2 hasta el punto de que estaríamos dispuestos a jurar que en el film de Tarantino quedaban mejor encajados.

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Durante los primeros minutos de Joe, el implacable, Corbucci se centra en reflejarnos las violentas actitudes de la banda liderada por Mervyn "Vee" Duncan. Unas actitudes que quedan perfectamente claras en la primera escena, en la cual, de manera cobarde, Duncan mata a una joven india solitaria, sólo para poder cortar su cabellera y poder venderla por un dólar. Con la llegada de los bandidos a un pequeño pueblo y, posteriormente, el asalto a un tren que guarda un suculento botín de 500.000 dólares, demostrarán que su agresividad no se limita a los indios sino que están dispuestos a matar a todo aquel que se interponga en su camino con tal de ganar dinero, ya sea ancianos, mujeres o, incluso, recién nacidos. Este brutal retrato no sirve sólo para definir a Duncan y sus esbirros, sino que funciona como contraste con el protagonista que da su nombre al film, el navajo Joe.

La primera aparición de Joe representa perfectamente la idiosincrasia del personaje. A lomos de su caballo blanco, observando a sus enemigos desde lo alto de una montaña. Cuando Duncan manda a dos de su hombres para capturarle, éstos no encuentran a nadie. Joe conseguirá acabar con ellos sin casi ser visto y con sus propias manos, al contrario que Duncan y los suyos que siempre hacen uso de sus armas de fuego. Los agresivos gritos que Morricone utiliza en su partitura subraya el componente mítico del protagonista quien, incluso, se refugiará en un campamento indio adornado con las calaveras de sus ancestros. Así, Joe representa la fuerza y la pureza de ese territorio desértico y hostil, en comparación con los "civilizados" hombres de la ciudad. Cuando Joe pide a los habitantes de una ciudad a la que se ofrece defender de Duncan que le nombren sheriff y estos se niegan por no considerarle americano, Joe le pregunta al actual comisario de donde son sus antepasados. Cuando este le responde que vienen de Escocia, Joe le replica que su padre, sus abuelos y toda su tribu nació en las montañas y, por tanto, es más americano que él.

En este choque entre vida salvaje y vida civilizada no es casualidad que en el momento en el que Joe se enfrenta a Duncan en la calle mayor de la ciudad el primero sea capturado al intentar salvar a una mujer india que Duncan ha cogido como rehén (es decir, por un acto civilizado de arriesgar su vida por la de otra persona), mientras que la lucha final tiene lugar en medio de las montañas, el territorio natural de Joe, donde se mueve con naturalidad siendo muy superior a sus adversarios. Corbucci refleja muy bien la fuerza telúrica de ese territorio con un movimiento de cámara que nos muestra a Duncan y sus hombre empequeñecidos por las ciclópeas montañas. Igualmente, cuando Joe sea capturado, se encontrará con la indiferencia de la gente a la que intentaba salvar, demasiado cobardes para mover un dedo por él, en cambio, será ayudado por una mujer india y un proxeneta y sus prostitutas. Figuras apartadas de la sociedad, tan desarraigadas como el propio Joe.

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Joe, el implacable no destaca precisamente por su originalidad, haciendo uso a lo largo de su ajustado metraje de varios de los lugares comunes propios del subgénero: la figura solitaria de su protagonista, salido de la nada, de pasado misterioso y futuro incierto; el mercenario tan violento como honesto que intenta proteger él solo a todo un pueblo; la venganza como motor de los movimientos de Joe; el héroe capturado y torturado por sus enemigos. Pero, por paradójico que pueda sonar, el paso del tiempo ha jugado a favor de estos tópicos, revistiendolos de cierta frescura, especialmente desde el momento en el que se ha intentado emular el estilo de los spaghetti-westerns a través de una serie de productos que, al intentar mimetizar sus estilemas daban como resultado una serie de títulos tan cerebrales como de honda vocación postmoderna.

Por contra, Joe, el implacable hace gala de una visión descarnadamente nihilista de la violencia, presentada como una especie de fuerza de orden natural que marca el destino de todos aquellos que se mueven en el centro de su espiral. Nadie parece poder escapar de ella: ni aquellos que viven a su amparo (Duncan y sus esbirros; el propio Joe) o los que viven bajo su influencia (los pasajeros que viajan en el tren asaltado por Duncan; el sacerdote del pueblo que guarda el dinero). De igual manera, aquellos que hacen de la supervivencia su estilo de vida son marcados por la violencia, la cual les atrapa desde el pasado y sentencia su futuro, como un camino de una sola dirección del que nunca se puede escapar.

Sergio Corbucci transmite muy bien esta idea a través de la fisicidad de su puesta en escena: los primeros planos que marcan el sudor que recorre los rostros de los personajes; los encuadres en scope que recorren los agrestes y hostiles escenarios desérticos, coronados por las gigantescas y afiladas montañas que parecen arañar el impecable cielo azulado; el polvo que cubre las solitarias calles de las ciudades, síntoma de la desolación e indefensión que sufren sus habitantes. Joe, el implacable supone, por tanto, tanto un notable relato de venganza como el implacable retrato de unos tiempos marcados por la barbarie.
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(1) Destacar como curiosidad que en la versión americana de Joe, el implacable el popular compositor italiano aparece acreditado con el nombre de Leo Nichols.
(2) La banda sonora no es el único elemento de Joe, el implacable utilizado por Tarantino: el momento en el que Joe graba con su cuchillo en la frente de uno de sus enemigos el símbolo que servía de collar de su mujer posiblemente fuese el germen de una idea parecida de Malditos bastardos: Aldo Raine y sus hombres marcando a cuchillo la esvástica en la frente de los nazis que caen en sus manos.

2 comentarios:

Lord_Pengallan dijo...

Tarantino es muy bueno pero hay que reconocer que parte de su prestigio simplemente se debe a la ignorancia del público general en Cine. Si les pones 12 del patibulo y El bueno, el feo y el malo, como yo he hecho, ya ven con otros ojos Malditos bastardos. No trato de arremeter contra el director estadounidense sino contextualizarle.

José M. García dijo...

Hola, Lord.

Estoy de acuerdo. Yo creo que el propio Tarantino es consciente de que la mayoría de su público (y, de paso, la crítica) no conocen las múltiples referencias repartidas en su obra y, la mayor de las veces, estas pasan por genialidades suyas. Está claro que ver "Reservoir Dogs" conociendo "City on Fire" pues matiza mucho los hallazgos de la primera. Pero, y aquí viene lo más importante, eso no quiere decir que sus películas se limiten a ser un pastiche de citas, sino que Tarantino tiene el talento suficiente para, aún así, dotar a sus películas de personalidad y fuerza propia. "Kill Bill Vol 1" posiblemente sea el mejor ejemplo.

Con todo, eso ha ido cambiando. Y, de hecho, "Malditos bastardos", con todas sus irregularidades, a mí me confirmó a Tarantino como uno de los directores más personales del cine norteamericano actual. Tengo mucho interés por ver qué hace con "Django Unchained".

Un saludo.