USA, 1990. 113m. C.
D.: Paul Verhoeven P.: Buzz Feitshans & Ronald Shusett G.: Ronald Shusett, Dan O'Bannon & Gary Goldman, basado en una idea de Ronald Shusett, Dan O'Bannon & Jon Povill, basado en un relato de Philip K. Dick I.: Arnold Schwarzenegger, Rachel Ticotin, Sharon Stone, Ronny Cox
Douglas Quaid tiene una vida, si no perfecta, sí lo suficientemente completa para considerarse un hombre feliz: todos los días se despierta al lado de una hermosa esposa que le quiere y se preocupa por él; tiene un trabajo que parece diseñado para su persona y entre cuyos compañeros puede contar con unos buenos amigos. Pero, a pesar de este idílico dibujo, Quaid no parece feliz. Todas las noches sufre la misma pesadilla en la que se encuentra en un espacio muy diferente y con una mujer que no conoce. Él mismo le confiesa a su esposa que tiene la impresión de no encajar en esa vida, de que está destinado para algo mejor, para algo importante. Minutos después, descubrirá que, en realidad, su ordenada vida no es más que una pantomima, una mentira. Pero antes de ese descrubimiento, el espectador ya ha sospechado que algo no está del todo bien.
Al conocer al compañero de trabajo de Quaid se desvela el artificio: éste es bajito y rechoncho y está medio calvo. En cambio, a su lado, Quaid es un ser hercúleo, casi la personificación de un superhéroe. Incluso su vestimenta propia de un trabajador cualquiera parece molestarle, como si le impusiera un rol que no es el suyo. En el momento en el que es atacado por los que creía sus amigos y consigue acabar con ellos con sus propias manos, haciendo gala de una habilidad para defenderse a la altura de su brutalidad, nos resulta más natural que cuando discute con su mujer por asuntos tan mundanos como las vacaciones.
En Desafío total podemos encontrar algunos de los lugares comunes de la literatura de Philip K. Dick, especialmente la incertidumbre acerca de la solidez de nuestra identidad y la vaporosidad de nuestros recuerdos. En obras como Ubik los protagonistas se movían en una realidad líquida e inestable, llegando a cuestionarse su propia existencia, su condición de seres vivos o muertos. Douglas Quaid también se encuentra con que, de repente, lo que él consideraba la realidad se hace añicos ante sus propios ojos para encontrarse perdido por los laberintos de una memoria codificada. Pero si a medida que progresa en sus investigaciones el protagonista va descubriendo su auténtico papel en el desarrollo de la acción, el espectador sigue contemplando un producto híbrido, que se mueve entre dos realidades sin decidirse por ninguna.
En su segunda producción íntegramente norteamericana, el director Paul Verhoeven maneja una serie de elementos comunes a los que formaban su anterior y exitoso trabajo, la muy superior Robocop. Ya en aquel film nos encontrábamos con un protagonista cuyo pasado había sido borrado para reiniciarlo con una identidad formateada, pero si en la primera aventura del agente Alex Murphy Verhoeven armonizaba la búsqueda de la personalidad perdida con el retrato de un mundo oscuro, sádico y ultraviolento, en Desafío total la estructura se divide en dos caminos que sólo puntualmente se encuentra. La poderosa presencia de Arnold Schwarzenegger, en el apogeo de su condición de estrella del cine norteamericano (y no sólo de acción), decanta la vía del espectáculo y de las explosiones, con un Quaid en una huída perpétua a través de un terreno lleno de obstáculos, más preocupado por esquivar las balas que de unir las piezas que reconstruyan el puzzle que han formado con su cabeza.
A pesar de lo dicho, Desafío total no es un título del todo despreciable, pero sí que nos encontramos ante un producto impersonal por parte del realizador holandés, carente de la fuerza y de la contundencia que convertía a Robocop en un demodelor ejemplo de cine de acción. Así, desinteresado por el despliegue pirotécnico y los efectos especiales, Verhoeven se centra en contagiar al conjunto con su obsesión por la corrupción de la carne y su mirada escatológica: la persona que Quaid utiliza como escudo humano y que acaba cosido a balas; el implante que se extirpa a través de la nariz; los rostros abotargados y los ojos salidos de sus órbitas producto de la atmósfera marciana; la construcción del lascivo barrio marciano Venusville.
En un momento de la película, se plantea la posibilidad de que todo lo que estamos viendo no sea más que un sueño, producto del implante memorístico que le han realizado a Quaid en Rekall Inc. Esta idea no tiene más relevancia en la historia que la de servir para tenderle una trampa al protagonista. En cambio, Verhoeven si parece querer profundizar en esta posibilidad a un nivel visual. La fotografía de Desafío total, lejos de lucir los lujos de su producción, desarrolla un aspecto demodé y anticuado, con los exteriores del territorio marciano evidenciando su condición de maquetas y su arquitectura de cartón piedra, potenciando el aspecto artificioso del mundo en el que se mueve Quaid. De esta manera, la tópica estampa con la que finaliza la película, al más puro estilo happy end hollywoodiense, bien podría considerarse una nota irónica por parte del director de la venenosa Starship Troopers. Las brigadas del espacio.
Al conocer al compañero de trabajo de Quaid se desvela el artificio: éste es bajito y rechoncho y está medio calvo. En cambio, a su lado, Quaid es un ser hercúleo, casi la personificación de un superhéroe. Incluso su vestimenta propia de un trabajador cualquiera parece molestarle, como si le impusiera un rol que no es el suyo. En el momento en el que es atacado por los que creía sus amigos y consigue acabar con ellos con sus propias manos, haciendo gala de una habilidad para defenderse a la altura de su brutalidad, nos resulta más natural que cuando discute con su mujer por asuntos tan mundanos como las vacaciones.
En Desafío total podemos encontrar algunos de los lugares comunes de la literatura de Philip K. Dick, especialmente la incertidumbre acerca de la solidez de nuestra identidad y la vaporosidad de nuestros recuerdos. En obras como Ubik los protagonistas se movían en una realidad líquida e inestable, llegando a cuestionarse su propia existencia, su condición de seres vivos o muertos. Douglas Quaid también se encuentra con que, de repente, lo que él consideraba la realidad se hace añicos ante sus propios ojos para encontrarse perdido por los laberintos de una memoria codificada. Pero si a medida que progresa en sus investigaciones el protagonista va descubriendo su auténtico papel en el desarrollo de la acción, el espectador sigue contemplando un producto híbrido, que se mueve entre dos realidades sin decidirse por ninguna.
En su segunda producción íntegramente norteamericana, el director Paul Verhoeven maneja una serie de elementos comunes a los que formaban su anterior y exitoso trabajo, la muy superior Robocop. Ya en aquel film nos encontrábamos con un protagonista cuyo pasado había sido borrado para reiniciarlo con una identidad formateada, pero si en la primera aventura del agente Alex Murphy Verhoeven armonizaba la búsqueda de la personalidad perdida con el retrato de un mundo oscuro, sádico y ultraviolento, en Desafío total la estructura se divide en dos caminos que sólo puntualmente se encuentra. La poderosa presencia de Arnold Schwarzenegger, en el apogeo de su condición de estrella del cine norteamericano (y no sólo de acción), decanta la vía del espectáculo y de las explosiones, con un Quaid en una huída perpétua a través de un terreno lleno de obstáculos, más preocupado por esquivar las balas que de unir las piezas que reconstruyan el puzzle que han formado con su cabeza.
A pesar de lo dicho, Desafío total no es un título del todo despreciable, pero sí que nos encontramos ante un producto impersonal por parte del realizador holandés, carente de la fuerza y de la contundencia que convertía a Robocop en un demodelor ejemplo de cine de acción. Así, desinteresado por el despliegue pirotécnico y los efectos especiales, Verhoeven se centra en contagiar al conjunto con su obsesión por la corrupción de la carne y su mirada escatológica: la persona que Quaid utiliza como escudo humano y que acaba cosido a balas; el implante que se extirpa a través de la nariz; los rostros abotargados y los ojos salidos de sus órbitas producto de la atmósfera marciana; la construcción del lascivo barrio marciano Venusville.
En un momento de la película, se plantea la posibilidad de que todo lo que estamos viendo no sea más que un sueño, producto del implante memorístico que le han realizado a Quaid en Rekall Inc. Esta idea no tiene más relevancia en la historia que la de servir para tenderle una trampa al protagonista. En cambio, Verhoeven si parece querer profundizar en esta posibilidad a un nivel visual. La fotografía de Desafío total, lejos de lucir los lujos de su producción, desarrolla un aspecto demodé y anticuado, con los exteriores del territorio marciano evidenciando su condición de maquetas y su arquitectura de cartón piedra, potenciando el aspecto artificioso del mundo en el que se mueve Quaid. De esta manera, la tópica estampa con la que finaliza la película, al más puro estilo happy end hollywoodiense, bien podría considerarse una nota irónica por parte del director de la venenosa Starship Troopers. Las brigadas del espacio.
5 comentarios:
Como curiosidad comentar que durante los años 80 el director David Cronenberg estuvo trabajando en este mismo proyecto durante un año junto al desaparecido productor Dino de Laurentiis. El proyecto se paralizaría al no llegar a un acuerdo en sus divergentes miradas sobre la película. Sin duda, de llevarse a cabo, el resultado hubiera sido muy diferente.
Fijo que si. Aunque que quieras que te diga, esta película me encanta. Además de que la Stone está de toma pan y moja.
Eso si. Desmerece mucho del texto original, pero no en vano, querían hacer un blockbuster ergo....
No he podido leer este cuento en concreto, pero por otras cosas que sí conozco de Dick me parece curioso como muchas veces parte de elementos que darían para una historia llena de acción, pero que prefiere llevarla al terreno psicológico. Algo de lo que supongo se aprovecha el cine para explotar su lado más espectacular.
hace mucho qeu no le reviso, peor en su día la disfruté como la mezcla perfecta de reflexión (en gotas, esto es un ejercicio de blokbuster, verhoeven no es tonto) y la máquina de relojería perfecta en un ejercicio de entropía personificado por el He-Man Arnold, el bodycult elevado al cubo.
en cuanto a sus efectos especiales, ojalá hoy se decantase en cine por la discreción de Desafío Total, que exibe una técnica nueva sin apenas darnos cuenta (si no recuerdo mal, no puedo precisar, pero recuerdo entrevistas, referidas a esos brutales travellings, como el que parte d eun primer plano de un rostro, se aleja atravesando la ventana de un tren en marcha y ubica toda la escena en Marte: el tren, la vía, el paisaje, el horizonte, las montañas...)
eso sí, Robocop y S Troopers son mejores, ninguna duda. (Starship, ¿la patada en los huevos más inadvertida e incomprendida de lo súltimos veinte años?)
Pues precisamente esa mezcla perfecta yo no la veo. Y excepto algún momento aislado, la película apuesta únicamente por la acción (de manera muy competente, desde luego).
Los FX son muy buenos (sobre todo el maquillaje del gran Rob Bottin), lo que me choca es el diseño de producción que me suena mucho a cartón piedra, algo que el formato en 1.85:1 potencia. Me resulta extraño que no se usara el scope en un blockbuster como este, quizás porque Verhoeven no estaba acostumbrado a él (de hecho, sólo lo ha utilizado tres veces y posteriormente).
Inadvertida no creo que pasara Starship Troopers, pero sí que hay que reconocer el enorme logro de Verhoeven: unos dijeron que era un título de extrema derecha y otros que precisamente era lo contrario, una película de extrema izquierda. Genio y figura.
Publicar un comentario