USA, 2010. 98m. C.
D.: George Tillman Jr. P.: Tony Gayton, Liz Glotzer, Martin Shafer & Robert Teitel G.: Tony Gayton & Joe Gayton I.: Dwayne Johnson, Oliver Jackson-Cohen, Billy Bob Thornton, Carla Gugino F.: 2.35:1
Aunque la primera vez que vemos al protagonista de este estimulantísimo ejemplo de cine de acción éste está encerrado en una angosta celda, le vemos en un contínuo y frenético movimiento, dando vueltas mientras la cámara nos muestra como carta de presentación esquivos fragmentos de su cuerpo: sus tatuajes, sus cicatrices, sus músculos. Es el día en el que, tras diez años encerrado, va a ser puesto en libertad. Una vez fuera de la prisión, situada en el medio de un desierto, no hay ningún coche que le espere. Mira a un lado. Después al otro. Y, a continuación, echa a correr. Los otros dos protagonistas de Sed de venganza (intercambiable título español del más sugerente Faster) también aparecen por primera vez haciendo gala de su físico (nervioso y demacrado en uno; gimnástico y bronceado el otro): primero les reconocemos por sus actos, antes que por sus palabras.
No resulta extraño, por tanto, que el trío de personajes principal de Sed de venganza carezcan de nombre propio y sean denominados por su papel, por su rol: Conductor, Policia y Asesino, respectivamente. Un detalle que parece un guiño al clásico de Walter Hill, Driver, y que supone una marca de autenticidad del tono del film. La película dirigida por George Tillman Jr. recupera la frontalidad, el nervio y la oscuridad del thriller americano de los años 70. La acción transcurre en un universo amoral en el que los protagonistas se mueven como ejemplos de una lucha por la supervivencia: de unos seres que se enfrentan a la selección natural de un mundo regido por la violencia. La determinación con la que el Conductor se dirige, más ser puesto en libertad, a por su víctima le define como un ser con una única intención, un único objetivo.
La fotografía hiperrealista de la que hacen gala las imágenes del film (marcando las cicatrices que recorren el rocoso rostro del Conductor; las gotas de sangre que vuelan por el aire, surgiendo de las heridas; la pólvora de los cañones cuando son disparadas las armas; las partículas de polvo que flotan cuando el Conductor se pone su camiseta de tirantes) contrasta con la esteticista puesta en escena de su director, basada en el montaje corto (los frenéticos planos que recogen el cuentakilómetros, el cambio de marchas o los pedales en las excelentes persecuciones automovilísticas) y las ralentizaciones (que subrayan los gestos de los personajes, aislándolos del escenario y definiéndoles por sus propias acciones), confiriéndole al film un ritmo imparable, tan directo como los movimientos de los personajes. a la vez que un tono abstracto, como las propias personalidades de los mismos.
En un momento del film, el Conductor es definido como un fantasma. Posteriormente, descubriremos que, a pesar de ser dado por muerto tras recibir un disparo en la cabeza, volvió a vivir, es decir, resucitó. "Ese tipo se niega a morir", dice la agente Cicerón que investiga el caso. Convertido en un Ángel Exterminador que ha regresado de la muerte con el único ánimo de vengarse, Sed de venganza introduce un elemento sobrenatural que se torna espiritual y que funciona de dos maneras: por un lado, sirve para unificar a los tres protagonistas, cuyos cuerpos marcados (la cicatriz de la bala en la nuca del Conductor; los puntos en la muñeca del Policía; las kilométricas cicatrices que recorren las piernas del Asesino) parece abocarles a una vida marcada igualmente por la violencia y con el contínuo juego con la muerte. Todos ellos parecen no tener miedo a morir, siempre que sea en el curso de cumplir su objetivo (como ejemplo, el primer encuentro entre el Conductor y el Asesino en el pasillo de un bloque de pisos, en el que el primero dispara sin cubrirse, como si no pudieran dañarle las balas; mientras que el segundo, dueño de una inmensa fortuna y que comparte vida con la mujer de su vida, no puede salir de esa espiral de la violencia que necesita para saciar su adicción a la adrenalina).
Pero este elemento espiritual también marcará el destino de los tres. Sed de venganza parte de los concreto para entrar en el terreno de la fantasmagoría: finalmente, el camino de la venganza se convierte en el peaje hacia la redención. Presentados cada uno por separado, rodeados, o inundados, por sombras, los tres serán reunidos iluminados por la forma de una cruz. Si en los primeros minutos el Conductor se asemeja a un Terminator (tanto en su determinación como en su aparente invulnerabilidad), en los últimos se nos revelará como una reencarnación de Max Rockatansky, encerrado en su propio ataúd mororizado, en perpétua búsqueda de su humanidad arrebatada.
No resulta extraño, por tanto, que el trío de personajes principal de Sed de venganza carezcan de nombre propio y sean denominados por su papel, por su rol: Conductor, Policia y Asesino, respectivamente. Un detalle que parece un guiño al clásico de Walter Hill, Driver, y que supone una marca de autenticidad del tono del film. La película dirigida por George Tillman Jr. recupera la frontalidad, el nervio y la oscuridad del thriller americano de los años 70. La acción transcurre en un universo amoral en el que los protagonistas se mueven como ejemplos de una lucha por la supervivencia: de unos seres que se enfrentan a la selección natural de un mundo regido por la violencia. La determinación con la que el Conductor se dirige, más ser puesto en libertad, a por su víctima le define como un ser con una única intención, un único objetivo.
La fotografía hiperrealista de la que hacen gala las imágenes del film (marcando las cicatrices que recorren el rocoso rostro del Conductor; las gotas de sangre que vuelan por el aire, surgiendo de las heridas; la pólvora de los cañones cuando son disparadas las armas; las partículas de polvo que flotan cuando el Conductor se pone su camiseta de tirantes) contrasta con la esteticista puesta en escena de su director, basada en el montaje corto (los frenéticos planos que recogen el cuentakilómetros, el cambio de marchas o los pedales en las excelentes persecuciones automovilísticas) y las ralentizaciones (que subrayan los gestos de los personajes, aislándolos del escenario y definiéndoles por sus propias acciones), confiriéndole al film un ritmo imparable, tan directo como los movimientos de los personajes. a la vez que un tono abstracto, como las propias personalidades de los mismos.
En un momento del film, el Conductor es definido como un fantasma. Posteriormente, descubriremos que, a pesar de ser dado por muerto tras recibir un disparo en la cabeza, volvió a vivir, es decir, resucitó. "Ese tipo se niega a morir", dice la agente Cicerón que investiga el caso. Convertido en un Ángel Exterminador que ha regresado de la muerte con el único ánimo de vengarse, Sed de venganza introduce un elemento sobrenatural que se torna espiritual y que funciona de dos maneras: por un lado, sirve para unificar a los tres protagonistas, cuyos cuerpos marcados (la cicatriz de la bala en la nuca del Conductor; los puntos en la muñeca del Policía; las kilométricas cicatrices que recorren las piernas del Asesino) parece abocarles a una vida marcada igualmente por la violencia y con el contínuo juego con la muerte. Todos ellos parecen no tener miedo a morir, siempre que sea en el curso de cumplir su objetivo (como ejemplo, el primer encuentro entre el Conductor y el Asesino en el pasillo de un bloque de pisos, en el que el primero dispara sin cubrirse, como si no pudieran dañarle las balas; mientras que el segundo, dueño de una inmensa fortuna y que comparte vida con la mujer de su vida, no puede salir de esa espiral de la violencia que necesita para saciar su adicción a la adrenalina).
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2 comentarios:
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