jueves, 18 de octubre de 2012

Redada asesina

(Serbuan Maut)
Indonesia/USA, 2011. 101m. C.
D.: Gareth Evans P.: Ario Sagantoro G.: Gareth Evans I.: Iko Uwais, Joe Taslim, Donny Alamsyah, Yayan Ruhian

Puede resultar difícil explicar el porqué una película como la que nos ocupa, que puede presumir de lucir un apartado técnico irreprochable y de presentar a lo largo de su metraje un buen puñado de escenas de acción asombrosas, tanto en lo que se corresponde al aspecto pirotécnico como al marcial, puede no funcionar. Para ello, quizás habría que analizar con detenimiento cuales son los elementos que confeccionan un buen actioner, género en el que Redada asesina se inscribe con la encomiable intención de suponer un punto y aparte en la historia del mismo aunque sea a un nivel cuantitativo. Desde un punto de vista estrictamente evasivo hay que reconocer el intento de su director (quién también se encarga de las labores de guión y montaje) para construir un título que hace del ritmo non-stop-action su sentido, además de proponer una mezcolanza, a modo de recopilatorio, de las posibles variaciones subgenéricas del cine de acción.

La premisa argumental de la que parte Redada asesina -un grupo policial de fuerzas especiales queda encerrado en el interior de un enorme edificio de quince pisos, siendo acosado y diezmado por los habitantes del mismo, peligrosos criminales todos ellos- nos trae a la memoria otros vehículos de claustrofobia supervivencialista como Asalto a la comisaría del distrito 13, de John Carpenter, o El tiempo de los intrusos, de Walter Hill. Las primeras imágenes de la película, en las cuales viajamos junto a los soldados en el interior de una furgoneta mientras su sargento les pone al día de los objetivos de la operación, transmiten una atmósfera realista, potenciada tanto por una fotografía grisácea y cromáticamente apagada como por los seguimientos que la cámara hace de los movimientos del grupo en su asalto al edificio. Los interiores, con sus paredes sucias y de mala calidad y la basura que llena los pasillos, redunda en el aspecto sórdido del conjunto, situándonos en un ambiente de profunda miseria. Destaca, en este sentido, el contraste entre los modernizados uniformes de los soldados frente a las ropas sucias y deterioradas de sus enemigos. Por tanto, Redada asesina parece querer proponer ese viaje hacia lo atávico tan dado en el subgénero supervivencialista -desde clásicos como Defensa o La presa a propuestas más recientes como The descent o Alta tensión-: si al principio los enfrentamientos se dirimen utilizando armas de fuego, pronto estas serán sustituidas por una variedad de herrumbrosas armas blancas compuesta por cuchillos, puñales y machetes hasta, finalmente, utilizar el propio cuerpo-.

Pero, a medida que transcurren los minutos, Evans demuestra no estar interesado en profundizar en los instintos supervivencialistas reprimidos que afloran en una situación límite o transmutar la acción al terreno de la abstracción, sino poner en pie un virtuoso espectáculo de ruido y furia que encuentra en su milimetrada apariencia su identidad. Sería injusto despreciar la calidad de la que hacen gala las varias peleas que conforman el metraje de Redada asesina: largas escenas llenas de movimientos marciales rápidos y contundentes, con sus protagonistas enzarzados en deslumbrantes y complejas coreografías las cuales, y aquí radica lo más importante, están filmadas y montadas con una envidiable claridad expositiva, rehuyendo el frenético -e ininteligible- montaje corto tan habitual en las muestras norteamericanas, acercándose más al exhibicionismo de sus homólogos chinos. Una claridad que potencia el componente físico de las escenas -pues vemos cómo los actores pelean "de verdad"- y que también encontramos en los instantes protagonizados por los devastadores tiroteos: ahí está la energía con las que las balas destrozan los cuerpos de las víctimas y la brutalidad con las que los cuerpos son golpeados, mutilados o descuartizados.

Por tanto, y como ha quedado expuesto, desde un punto de vista, digamos, explosivo, Redada asesina supone un grato espectáculo para el aficionado ávido de emociones fuertes. Pero Evans debería saber que la épica -y, después de todo, lo épico supone el elemento básico, imprescindible, de la aventura- surge, inevitablemente, del drama. Lo físico, los movimientos, más o menos agresivos, como manifestación de los convulsos sentimientos internos de los protagonistas. En Redada asesina no se nos propone un viaje hacia esa zona oscura y terrorífica en la un hombre -un ser racional y civilizado bajo unos valores sociales de respeto y educación- se convierte en una bestia salvaje capaz de apagar con sus propias manos la vida de sus semejantes. La emoción está ausente en los frenéticos movimientos de los protagonistas hasta el punto de que la perfección técnica de la dirección de Evans acaba jugando en su contra dando lugar a un artefacto tan vistoso como mecánico en el que los planos, todos ellos calculados y de atractivo acabado estético, no buscan mostrar algo, transmitir un mensaje, sino brillar por sí mismos.

En este sentido, aunque comenzamos este texto citando una serie de películas que podrían estar en la base argumental de esta Redada asesina, pronto abandonamos el llamado séptimo arte para entrar en el terreno de los vídeo-juegos. Y no se trata de desprestigiar a tan atractivo universo lúdico-audiovisual -los que me conocen saben bien mi afición a los mismos- y, de hecho, habría que ir pensando en realizar un estudio serio sobre los recíprocos canales de influencia entre ambos medios. Al igual que hay vídeo-juegos buenos y los hay malos, igualmente hay influencias buenas (ahí está, por ejemplo, Old Boy) y no tan buenas. Redada asesina se nos aparece, así, como un beat'm up de carne y hueso, con sus niveles -cada uno de los pisos del bloque de apartamentos- y sus jefes finales -el guardaespaldas del sanguinario controlador del lugar- en el que ha desaparecido el aspecto interactivo, quedando un frío recopilatorio de cut-scenes.

En un momento del film, Jaka, el protagonista, le pregunta a su aliado acerca de un par de cadáveres que se encuentran en el lugar donde éste le ha esperado. Éste, tras mirar los cuerpos fugazmente, le responde que no son nadie y se desentiende de ellos. Efectivamente, así son los personajes que habitan el sórdido y violento mundo de Redada asesina: un grupo de NPC (No-Player Character) cuya misión se limita a bloquear el trayecto de los héroes hacia la pantalla final, igual que la de estos últimos es llegar a ella y superarla para ver el correspondiente vídeo final.

2 comentarios:

Stranno dijo...

Ha salido mejor parada de lo que esperaba. Gran espectáculo de artes marciales aderezado con unos momentos un tanto innecesarios.

El guardaespaldas desde luego es el típico jefe final de vicio variado que acaba con 10 o 15 vidas.

José M. García dijo...

A estas alturas de la película (nunca mejor dicho) creo que ha quedado claro que un servidor es implacable en su juicio, pero magnánimo en su exposición.

Sin duda, película interesante, incluso recomendable para los seguidores de la acción más bestia y directa, pero cuya reputación se me antoja exagerada.

Un saludo.